Nos alojamos 6 noches en julio 2018 y lo seleccionamos por precio de entre los de la localidad. Se trata de un hotel pequeño, rural, familiar, de dos plantas, en un extremo del pueblecito de Cué, de casas apiñadas y calles estrechas, que tiene mucho encanto. El pueblo tiene playa y hay bastantes playas más por los alrededores. La parte trasera del edificio da a una ladera boscosa y la delantera mira hacia el mar, si bien solo se puede ver desde el piso superior. Decoración básica. Reservamos 2 habitaciones, una para mis hijos, con camas independientes y otra de matrimonio para nosotros. La nuestra era bastante amplia, pero sin vistas, con una segunda cama nido, con capacidad para 2 personas más. El desayuno es básico, pero abundante, cafés, zumo de máquina, pan para tostar, bollería, cereales, tortilla, algo de fruta y embutido...Hay zona de parking en la parte delantera, algo estrecha y con escasas plazas.Se puede ir andando a la playa, por un camino que serpentea hacia abajo, es un paseo de unos 20 minutos. Personal correcto, amable. En general, estuvimos bien.